Anoche me
acosté tarde. Y sola. Suelo quedarme esperándole pero normalmente
llega tan entrada la noche que no aguanto despierta.
A él no le
importa, dice que le gusta saber que le espero.
Por las
mañanas me despierta temprano. Me acaricia despacito la cadera y me
hace cosquillas con la barba en el cuello, pero yo me hago la dormida
para que siga haciéndolo un poquito más. Con los años he llegado a
la conclusión de que se da cuenta, pero aun así sigue haciéndolo,
dejándome creer que soy yo quien pone la música.
Me gusta
que lo haga.
Me gusta hacer el amor con su cerebro tanto o más
que cuando lo hago con él.
Siempre
sonríe por las mañanas cuando le doy los buenos días y yo lo hago
cuando me besa aun con la sonrisa puesta.
Cada
caricia es un mordisco falto de delicadeza y suavidad, como a mi me
gusta.
-Ya es de
día- me ronronea.
Me hace
eléctrica.
Me carga
despacio, se deja deslizar dentro de mi y…creo que si me lo pidiera
seria capaz de quemar el mundo.
Anhelo
todos mis encuentros con él como si fuera a ser la ultima vez,
aunque se que siempre va a estar conmigo.
Nunca me
ha dicho que me quiere.
Pero no le
hace falta.
No tenemos
fecha.
No soy
capaz de recordar el día que me enamore de mi odio.
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